La industria del transporte terrestre demuestra una resiliencia excepcional: incluso ante crisis económicas, sanitarias o desastres a escala nacional y global, debe mantener la continuidad operativa para abastecer a todo el país con productos y servicios esenciales. Gracias a su capilaridad y alcance de última milla, garantiza el flujo ininterrumpido de bienes básicos, sosteniendo la cadena de suministro y la actividad comercial en momentos de alta incertidumbre. Esta capacidad de operar bajo presión refuerza su valor estratégico y la convierte en un sector crítico para la estabilidad económica y social.

